PAPPO tocó para mí




Cerré los ojos y liberé mi mente. Volé hacia una dimensión desconocida. Choqué con una puerta blanca y pesada que decía: "entrar". Mi curiosidad me ganó. Aún no sabía lo que me esperaba detrás de ese portal. Al ingresar, vi un estadio.
El campo estaba cubierto para que no se haga añicos el cesped. Un escenario inmenso preparaba la llegada, quizás, de algún orador. Había una batería Mapex, guitarras Fender, un piano y un bajo. El show estaba por empezar.

La oscura noche pronunciaba relámpagos.Los primeros acordes sonaron para la prueba de sonido. Así, se suponía que en cualquier momento se largaría la melodía. Yo, solo. No había nadie más. O al menos eso suponía. Suele ocurrir que uno, a veces, ve sólo lo que quiere ver. Decidí encender un cigarrillo. Al mismo tiempo, la primer nota voló por los aires de una madrugada solitaria. Ese personaje, salió como una ráfaga de atrás del telón. Era nada más ni nada menos que PAPPO.

Yo, paralizado ante su presencia. "Desconfío de la vida" empezaba a sonar. Al lado de él, se encontraba CHARLY GARCÍA tocando el piano.Lo más extraño de todo es que en el costado izquierdo del Carpo había una especie de escalera mecánica (parecida a la que hay en la película The Wall de Pink Floyd, en la escena que los estudiantes van avanzando sobre ella y luego caen, haciéndose carne picada). Por allí empezaron a desfilar MOLLO, ARNEDO, DON VILANOVA, SKAY, EL INDIO, PETTINATO, SOKOL, CIRO, MORIS, VICENTICO, PITY y CHIZO, entre otras estrellas.
Lo abrazaban y desparecían. Mientras tanto, PAPPO iba terminando el primer tema. El enganche fue magnífico. "Juntos a la par", la última reliquia que dejó en la Tierra. En ese entonces, mi amigo El Negro apareció para acompañarme, agitando sus manos.

Realmente no estaba tan solo. El placer de estar viéndolo era indescriptible. Su presencia imponente en el escenario denotaba un fiel reflejo del porqué era quién era. 

Los músicos siguieron pasando para saludarlo hasta 30 segundos antes de terminar el segundo y último tema. La escalera desapareció. El cielo se abrió de repente.
Lo más raro llegó: FEDERICO MOURA, primer líder del grupo VIRUS, cayó del cielo para abrazarse junto a él y saludar a los dos únicos locos que estaban.
El fin, efímero. Sus imágenes y la de los restantes músicos se fueron disolviendo. Así, como un ángel que pasa en un instante, ese sueño terminó.
La piel erizada y el no entender nada de lo que había sucedido. Pasado un tiempo, pude comprender que había sido invitado al banquete de despedida del Carpo.
Si bien él fue homenajeado en vida, aquella noche fue especial. Todos reunidos en un mismo escenario, rindiéndoles el último afecto. Yo, desde mi privilegiado lugar de auditor, me emocionaba y cantaba sus dos grandes canciones. Como si fuera a escucharme.
Tal vez si, tal vez no.

Después de todo, quién iba a quitarme semejante placer.

1 comentario:

NOCTÁMBULAS dijo...

me hubiera encantado presenciar ese espectaculo, me haces una copia mental asi lo sueño mañana?